18 junio 2009

ISLAMABAD Y RAWALPINDI

Olvidamos hacer mención en la anterior entrada a las altas temperaturas que nos hemos encontrado al bajar de las montañas; de nuevo un calor pegajoso, húmedo, terrible que se mezcla con el polvo del ambiente.
Con este calor, tomamos un bus local hasta la localidad de Attari, la última de India, y desde allí caminamos un par de kilómetros hasta la frontera con Pakistán. A pesar de ser la única frontera entre ambos países, tiene muy poco transito y el proceso fue rapidísimo.
Cruzamos por las mismas puertas donde hace 9 meses vimos el espectáculo de cierre de frontera, y ya estamos otra vez en tierras pakistaníes. Fue muy gracioso que al llegar a inmigración nos pidieron por favor que nos diésemos prisa pues estaba a punto de irse la electricidad, (parece ser que Pakistán sigue igual, una hora electricidad y la otra no…)



Ya en Pakistán buscamos de nuevo la tienda de libros de un hombre muy majo que conocimos la otra vez; aquí proporcionan información muy fiable, cambian moneda india al mejor cambio…y se pueden intercambiar libros.
El hombre no estaba, pero su hijo nos ayudó; para ir a Lahore en bus requiere mucho tiempo, y como no queríamos estarnos mucho, tomamos un rickshaw directo al centro al igual que la vez anterior, por 350 rupias pakistaníes; 1€=115Rupias.
En este momento llegó el dueño de la tienda quien vino hasta Lahore con nosotros y nos fue explicando por el camino donde habían explotado las bombas de los pasados atentados los días 28 y 29 de Mayo; una de ellas en el centro de Lahore.
El rickshaw nos dejó en un banco, pues no teníamos dinero para pagarlo, y desde el centro fuimos hasta casa de Amina, la chica que nos alojó hace 9 meses.
Nos recibió parte de su gran familia y más tarde nos reencontramos con ella en un gran meeting de Couchsurfing de 15 personas; en Lahore son muy activos los miembros del club.

Pasamos una noche genial con ellos, muy buen sentido del humor, muchas risas, gente muy sana y mucho más cercanos a nosotros en forma de pensar que sus vecinos indios.
Como pakistaníes que son, dividieron los gastos de la cena entre ellos invitándonos a una autentica delicia de productos cárnicos que tan poco hemos comido en India.
Los precios de Pakistán nuevamente nos sorprenden, pues si India es barato, en éste país todo se divide casi a la mitad; los costes de la cena fueron de 40€ para 14 personas con bebidas y todo.

Amina nos había reservado unos ticket de autobús para ir a Rawalpindi, muy cerca de la capital del país, Islamabad; no fue la forma más económica de ir pero así era lo más rápido y cómodo. La compañía Niazi cobra 400 rupias por viajar en unos autobuses que a estas alturas podemos denominar de autentico lujo, pues era un bus como en Europa con aire acondicionado…
Pero cuando llegamos a las afueras de Rawalpindi, nos mandaron salir y coger un minibús gratuito hasta la estación; en Pakistán es más complicado encontrar gente que hable inglés y al principio no entendíamos nada, pero bueno el minibús nos llevó hasta cerca de la estación. Lo más alucinante es que el conductor se debió sentir responsable de nosotros, y cuando los taxistas se nos echaron encima para ir a Saddar Bazaar, pidiéndonos 200 rupias, el conductor nos metió de nuevo al minibús y nos llevó hasta otro punto, donde nos regateó un taxi hasta nuestro destino por 50 rupias, menos de medio euro. Los taxis aquí son muy baratos, más que los rickshaw de Lahore.

Rawalpindi al igual que Lahore pertenece al estado de Punjab, es la ciudad antigua, donde se encuentra la estación de autobús, el aeropuerto y hoteles económicos donde alojarnos. Islamabad esta a 15km pero está prácticamente unido a Rawalpindi; es una ciudad nueva, artificial; tras las partición británica de India y Pakistán la capital fue Karachi en el extremos sur, pero debido a su lejanía se construyó una nueva ciudad de la nada en los años ´60, una ciudad perfecta con grandes avenidas, muy verde y lejos de las caóticas ciudades del subcontinente indio.

Nuestra primera impresión en Rawalpindi fue muy diferente a lo que esperábamos pues aunque se ve un poco vieja, las calles son muy grandes y el tráfico no es nada denso; está lleno de restaurantes de comida pakistaní, tiendas de zumos y fruta; y algo que la otra vez nos sorprendió mucho, tiendas de armas de fuego.
Nos alojamos en un sencillo hotel, quizá demasiado básico, pero la gente fueron encantadores con nosotros; y en los dos primeros días descansamos por los alrededores del hotel metiéndonos en el ambientillo de Rawalpindi y haciendo tiempo para una sorpresa que nuevamente llega volando directamente desde España; mis padres Jose y Marian se unen a nosotros para viajar juntos un tiempo.

Casi sin darles tiempo a asimilar el fuerte cambio, nos fuimos a Rajah Bazaar, un concurrido mercadillo donde lo más interesante se centra en una calle donde venden todo tipo de accesorios para decorar los camiones pakistaníes que ya vimos la otra vez. También había un recinto donde una gente preparaba los camiones con chapas y pegatinas, otros con pintura y otros muy trabajados con tallas de madera.


La gente fue muy simpática, viniendo de India es un gran cambio el contacto con los habitantes quienes se sorprenden mucho al vernos y nos piden por favor que tomemos un té o comamos con ellos, como fue el caso de Ahmad que nos invitó a tomar té en su tienda de recambios de coche.


Islamabad lo recorrimos con un taxi pues es una ciudad muy extensa; por 700 Rupias nos llevó durante 4 horas por los principales lugares y así hacernos una idea de la gran ciudad.
Pasamos por dos miradores desde unas colinas al norte y al sur; desde la norte, Daman-e-Koh, se veía perfectamente los cuadrantes en los que esta divido Islamabad, son todo grandes avenidas paralelas y perpendiculares y las “manzanas” son de uno o dos kilómetros cuadrados; lo más bonito es que es una urbe muy verde y limpia.


La mezquita más grande de Islamabad, Shah Faisal, es bastante moderna y no muy bonita; pero sí es muy espectacular en tamaño con sus minaretes de 88 metros de altura.


Tras la vuelta en taxi, éste nos dejó en un área llamado “Blue Area” la zona más moderna de Islamabad, con restaurantes comercios y punto de mira de los ataques suicidas como el perpetrado hacía tan sólo tres días.
A pesar de su modernidad, me dio la impresión de una ciudad muy vacía y sin vida debido a las exageradas avenidas de muchísimos carriles sin apenas tráfico.

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