28 junio 2009

BALTISTAN

Tras el trekking del Nanga Parbat, regresamos en jeep compartido a Astor, donde enlazamos con un minibús para volver a la Autopista del Karakorum y continuar al norte por ella hasta Gilgit; el pueblo más grande e importante del norte, con variedad de hoteles, comida, gente…

Aquí nos alojamos en el más reconocido hotel entre viajeros, Madina Guest House, con gente majísima, y muy buen ambiente; por aquí conocimos a Fernando, un chico español que viene a hacer parapente por el Karakorum.

Gilgit lo usamos como base para descansar, comer bien, escribir y ponernos un poco al día con internet. La calle principal está muy animada, con gente de muchas razas diferentes, incluso ya se empiezan a ver chinos debido a la cercanía con el país; al contrario que los habitantes de Indus Khoistan, mas reacios a ser fotografiados, en Gilgit la gente es encantadora; charlamos con ellos, hacemos fotos… Abundan las tiendas de frutos secos, nueces, almendras…


De nuevo viajamos al este de la Autopista del Karakorum, un desvío más al norte que el de Astor, nos lleva por una vertiginosa carretera hasta el área de Baltistan; también conocido como “pequeño Tíbet” igual que Ladakh. Realmente son muy parecidos geológicamente, y ambos son atravesados por el río Indo que separa el Himalaya del Karakorum, y la placa del subcontinente indio, de la placa asiática.

La carretera una vez más, da pánico, en un principio vemos el macizo del Nanga Parbat perfectamente al sur, luego entramos por un cañón con la carretera excavada en la roca, mientras el conductor del minibús va muy muy deprisa; las montañas son una maravilla como de costumbre, en el camino vimos gente trabajando en minas excavadas en mitad de las paredes verticales sin apenas acceso.


Al llegar a Skardu el valle se ensancha y el Indo fluye por multitud de canales entre isletas de fina arena blanca que en ocasiones forman dunas; un paisaje muy similar, o igual al valle de Nubra; y es que de hecho si seguimos el valle al este, no muchos kilómetros más allá, llegaríamos donde estuvimos hace un mes en India, pero como ya dijimos las “Líneas de Control” están totalmente vetadas a los extranjeros.


Skardu es la “capital” del Baltistan, situada a 2.290 metros y rodeada de altas cumbres nevadas; en éste primer día que llegamos paseamos por el pueblo y visitamos una curiosa mezquita chií, Qatal Gah; parece sacada de un cuento, llena de cristales y muy colorida.


La gente del norte de Pakistán tiene unos rasgos muy diferentes al sur quienes son prácticamente iguales que indios. Aquí muchos tienen el pelo castaño, los ojos verdes, y la piel bastante blanca; son mucho más cercanos a los centroasiáticos, que a los habitantes de subcontinente. Otra de las teorías son los llamados “Hijos de Alejandro Magno”, las tropas de este hombre preñaron a muchas mujeres de la zona durante su intento de conquistar India, de ahí la descendencia que ha quedado.
En la foto se ven las niñas locales, y las otras chicas que son del sur de Pakistán.


A 9 kilómetros de Skardu está el Lago Satpara, formado por agua glaciar y enclavado entre áridas montañas; pasamos allí la tarde en un ambiente muy relajado. Se está construyendo una gran presa que hará subir el nivel de agua 30 metros y romperá un poco el encanto del lugar. El transporte para llegar es privado, así para el regreso hicimos autostop los cuatro y no hubo ningún problema para bajar a Skardu de nuevo.



Casi cada día se levanta un fuerte viento que mueve arena, convirtiéndose en una especie de tormentas de arena fortísimas, nos pilló una muy grande mientras íbamos camino del museo italiano del K2; una bonita exposición de fotos donde relataban las diferentes expediciones en los años ’20, y ’50, y la primera conquista del K2 por el italiano Lino, en 1954; cuando los medios eran muchísimo más primitivos comparándolo con las fotos de la expedición del 2004.


El K2 es la segunda montaña más alta del mundo (8.611 metros), se halla en la cordillera del Karakorum, donde están los glaciares de montaña más largos del mundo, (fuera de los casquetes polares) Bajo el K2 se extiende el tercer glaciar más largo del Karakorum, el Baltoro (62 km), y sobre éste se hallan 7 de las 25 montañas más altas del planeta. En resumen, el Karakorum es un mundo maravilloso, remoto, duro, de hielo y nieve, con altísimas y escarpadas montañas.

El último día nos acercamos a un fuerte sobre la montaña de Skardu, y seguido la rodeamos hasta la parte trasera, a través de un camino muy bonito de vértigo. Desde aquí tenemos vistas muy interesantes del Indo, el cual forma las isletas que hablábamos con árboles salteados por ellas; la arena tan blanca a veces incluso puede dar la sensación de isla tropical, dependiendo como se mire.


La parte trasera de la montaña es como una gran playa con árboles, un lugar idóneo para relajarse y comer un picnic.


Pero lo mejor, más accesible de Baltistan, no está aquí, si no en la villa de Hushe; el lugar accesible por carretera que más se adentra en la espectacular cordillera.
Para llegar seguimos el valle del Indo hasta cruzar un puente, donde dejamos el río Indo camino a Leh en Ladakh, y más allá está Khaplu donde nos desviamos al norte; de seguir recto llegaríamos a Hunder y Diskit en el valle de Nubra.


Desde Khaplu hasta Hushe la carretera es muy mala de piedras, pero las montañas y el valle son espectaculares; atravesamos villas muy bonitas donde la gente vive aislada.


En Hushe nos alojamos en la única guest house que hay, regentada por Hasan un tío majísimo con mucho humor, siempre riéndose. La primera sorpresa es cuando vemos que muchos de los habitantes de Hushe, incluido Hasan, hablan cuatro palabras en español; y es que junto a la guest house se está construyendo un hotel con el dinero de un ONG española, y no sólo eso, hay multitud de cosas que estos españoles están haciendo por la comunidad como enseñarles técnicas de cultivo, o colocar paneles solares para un área común con agua caliente…


La tarde que llegamos pasemos por la villa, colándonos por todas las callejuelas; ésta gente lleva una vida muy dura aquí en la montaña; aún así nadie borra la sonrisa de la cara; los niños nos piden fotos continuamente, a lo que yo acepto encantado, las niñas son más reacias pero alguna foto si se puede hacer; las mujeres es la historia de siempre, sacar la cámara de fotos es igual que sacar un arma de fuego.


La población es Islámica como siempre en Pakistán, pero aquí son de una rama diferente llamada “Nubras” (así lo denominan ellos) o más conocida como sufí; su filosofía es sencilla: Paz y no hacer daño; al igual que en muchas partes de Pakistán, los Talibanes están muy mal vistos; los Talibanes son una gente que hace mucho daño a la reputación de los musulmanes, pues lo que ellos hacen no es Islam sino una interpretación errónea del Corán junto a leyes ancestrales de la tribu Pashto.

El idioma local se llama Balti y es prácticamente igual que el tibetano; esta zona fue budista durante muchos siglos hasta la llegada del Islam en el siglo XV.

Desde Hushe son perfectas las vistas del valle del pico Masherbrum (7.821 metros), y el valle que lleva las expediciones al K2. De todas formas mire donde se mire es realmente espectacular.


La primera mañana que pasamos en Hushe amaneció un día espectacular, indicándonos que era el día propicio para hacer una marcha a una cumbre cercana desde donde podemos divisar el K2.

Partimos pronto cruzando el río Hushe al lado oeste y pronto comenzamos una dura ascensión siguiendo el río Humbrok, apareciendo a nuestras espaldas montañas escarpadas con diversas agujas entre ellas, y el valle a nuestros pies donde se ven claramente los campos de cultivo.


Al terminar esta ascensión nos dimos de frente con el pico Humbrok (6.459 metros) y su glaciar, un poco más adelante esta la villa de Humbrok situada a 3.680 metros, habiendo salvado ya 630 metros desde Hushe.
Humbrok realmente no es una villa si no unas casa de piedra que sirven de refugio a los pastores que a veces pasan temporadas fuera de sus hogares.


De nuevo cruzando el río teníamos delante una enorme montaña que no sabíamos por donde coger debido a su verticalidad; vimos dos accesos y elegimos el pedrero para ascender. Fue muy duro ascenso, donde muchas piedras se movían a nuestro paso, pronto llegaron bancos de nieve que debíamos esquivar; a pesar de lo escarpado continuamos muy lentamente divisando una cumbre más junto al pico Humbrok, en forma piramidal y con un glaciar blanco cayendo de ella.


Ascendimos hasta que la nieve nos paró, ya no había hueco por donde colarse, así que nos quedamos a muy pocos metros de la cumbre, de cualquier manera las vistas desde esos 4.100 metros eran alucinantes; el escarpado pico Laila, y el mismísimo K2 que pese a su lejanía pudimos ver su cima. Es el pequeño pico que se ve atrás de todo, blanco completamente.


Para lo que no hay palabras es del festín que nos dimos ahí mismo; jamás habríamos imaginado comer un bocata de chorizo con semejantes vistas y a tal altitud. Mis padres que subieron como unos campeones, se encargaron de haber traído dicho chorizo desde España…


Para la bajada elegimos otro camino, pues por el pedrero caían piedras de arriba a mucha velocidad y no era muy seguro; el otro camino, aunque de tierra, era igualmente abrupto y el descenso fue muy lento.


Después de más de nueve horas de marcha, el día siguiente lo pasamos de relax por la villa visitando un museo muy interesante. Un hombre muy majo que esta siempre por la guest house, cuida del lugar y recoge reliquias de los pueblos de la zona, haciendo una bonita colección para mostrar a los extranjeros que pasan por aquí. Nos contó que Hushe tiene una historia de 800 años; un hombre apareció aquí por entonces, y se encontró el área cubierto de lagos, a los cuatro años regresó y vio que ya no había agua comenzando el asentamiento; entonces lo denominó “Hush” que en la lengua balti significa “mojado”, de ahí el nombre de Hushe.


Pasamos mucho tiempo con los niños de la villa haciéndoles fotos; fueron muy majos y muy revoltosos también; pero se merecen un apartado de fotos especial…


Hasan, el hombre de las guest house nos preparó esta noche una tortilla de patata, nada que ver con las de España, pero daba el pego, y un agrado pues aquí solemos comer siempre arroz.


El último día, aunque con mal tiempo, hicimos el trekking del glaciar Masherbrum, una marcha tranquila sin mucho desnivel y a través de un amplio valle lleno de piedras de todos los colores, como en cualquier lugar del norte de Pakistán.


Al final del valle, éste se divide en tres; uno es restringido, es el que va al campamento base del K2; nosotros tomamos el del centro siguiendo el río hasta llegar al glaciar enorme que baja de la gran montaña. El agua brota con muchísima fuerza bajo el glaciar, el cual está vivo y debido al deshielo lanza piedras desde lo alto continuamente.


Al regreso encontramos un grupo de turistas acampados con sus guías, quienes habíamos encontrado el día anterior en Hushe. Nos invitaron a tomar un té que vino de lujo, y nos comentaron que próximamente se abrirá una carretera de acceso a Ladakh (India) a través de la “Línea de Control”, lo cual indica una gran mejora entre las relaciones de ambos países.


Regresamos todo el camino de vuelta a Skardu, y al día siguiente de vuelta a Gilgit por la misma carretera; pero a unos pocos kilómetros de la estación de buses encontramos una huelga y no podíamos pasar; un grupo de personas estaba quemando neumáticos y habían puesto piedras en la carretera.


Finalmente cansados de esperar y viendo que aquello no iba a levantar, cogimos las mochilas y pasamos andando, y tras un kilómetro caminando paramos un jeep que nos llevó en la caja hasta la estación de bus. La gente del jeep era muy maja y se ofreció a llevarnos hasta el hotel en el centro de Gilgit; mientras iba colgado atrás con uno de los chicos, este me contó que las huelgas son debidas a la muerte de un estudiante el día anterior; el chico estaba retenido por la policía por algún motivo, y éstos le torturaron hasta matarlo… Todas las tiendas del pueblo estaban cerradas, las calles desérticas, y se veían continuos restos de las barricadas montadas por todo el pueblo.


Gilgit nos sirve de nuevo como base, para estar tranquilos, respirar, y preparar los próximos planes…