27 noviembre 2008

TE DE CEYLAN

Kandy es la ciudad más importante del país fuera de la franja costera oeste; es una ciudad, pero seguimos sintiendo esa tranquilidad de Sri Lanka, es como si fuese un pueblo grande. Tuvimos la gran suerte de ser alojados por Buddhi, un chico de CS que vive fuera de Kandy, en una villa llamada Bollegoda en mitad de la jungla.
La casa donde vive es muy bonita, ubicada en un autentico paraíso donde recogen todo tipo de frutas conocidas y desconocidas para nosotros; entre las desconocidas, el “jackfruit”, (no se la traducción en español), una gran fruta rugosa y deforme que puede alcanzar un tamaño superior al de una sandía y que se da en unos altos árboles; el sabor es como el de la piña pero es todo carne, muy denso. Tienen frutas que se colectan, no de las ramas de los arboles, si no del mismo tronco, así como un tipo de hongo. Otra cosa típica de aquí es una miel que no es de panal, la extraen de la resina de un árbol; también vimos árboles de especias, como el clavo o la nuez moscada; aparte de esto nombrado tienen infinidad de ellos más.


Ya hemos visto desde el principio que la gente aquí es diferente a India, pero es que realmente es muy diferente, sobre todo uno lo nota al hablar con las personas quienes son mucho más abiertas, puedes tratar cualquier tema, pues tienen un nivel de estudios alto, y la mayoría habla muy buen inglés. Concretamente en la familia de Buddhi, su padre nos dio unas buenas lecciones sobre el budismo, el cual considera una filosofía y no una religión. Con sus casi 70años, es una de esas personas que cuando terminan de decirte algo te dejan pensando dando vueltas al asunto…

Fueron una familia muy hospitalaria con nosotros, cada día nos daban de comer la comida tradicional la cual debíamos comer con la mano como ellos; arroz cocido con las verduras y el dhal, con alguna otra combinación. La comida no es una maravilla, ellos lo saben, pero afirman que en Sri Lanka no se disfruta la comida, simplemente se come para sobrevivir, esto no quiere decir que se pase hambre, en general en Sri Lanka, la gente vive bastante bien; comida hay de sobra.

El vecino de Buddhi, Buddhika nos llevó a comer a su casa también; su madre estaba muy feliz de tener huéspedes, uno siente cuando te lo están dando todo de corazón. Buddhika nos llevó a recorrer diferentes villas de la zona, viendo a las mujeres plantando el arroz mientras entonan canticos que hablan sobre el trabajo, para que no les sea muy duro. Estas mujeres no son trabajadoras asalariadas, ni la propiedad es de otra persona, son campos de las diferentes familias de la villas y todas ellas se ayudan.
Igualmente con una carretera que pasa cerca de la casa de Buddhi, el gobierno les da los materiales necesarios y entre todos los vecinos, construyen la carretera.


En Kandy paramos por el mercado de frutas y especias con vendedores persistentes pero simpáticos que nos abrían frutas para nosotros hasta que teníamos que decir: ¡para, para! En la primera foto se ve la “jackfruit” a la derecha del hombre, y el otro posee un gran carro con lichis.


En el centro de Kandy se halla un gran lago, no solo bonito y bien cuidado, también lleno de variada fauna; diferentes tipos de aves, tortugas, monitores de agua…


Aquí sí que está el verdadero diente de Buda, en un gran templo; pero decidimos no pagar más entradas, se pasan mucho con los precios, de todas formas el diente lo tienen oculto y no se puede ver. Este día coincidió que venía el presidente y había un gran revuelo en la ciudad, concretamente en dicho templo; según Buddhi, es un buen motivo para estar alejado de él, porque con la situación actual puede que el LTTE se revele poniendo alguna bomba suicida, como ya hizo en el pasado.

Un momento muy bueno fue cuando ascendimos una pequeña colina para ver un gran Buda; de nuevo cobraban entrada que no pagamos, lo que hice fue entrar por detrás gratis pero un niño monje se chivó de mi y tuve que salir rápido. Al volver a la entrada encontré a María hablando con una pareja de Suiza; Olivier y Paloma; ella es de origen español, una pareja encantadora, quienes hace 20 años hicieron un gran viaje de 23 meses por el mundo, unos tiempos muy diferentes a ahora, en los que viajar sí que era una grandísima aventura, sin apenas comunicación con “el mundo real”
Como teníamos planes similares en los próximos días decidimos encontrarnos para hacer la marcha al Pico Adam juntos; una de las montañas más altas de Sri Lanka, y la más sagrada de todas.


El trayecto hasta Hatton fue una locura, los conductores de autobuses están más locos que India, y da miedo de verdad, más aún cuando nos estamos adentrando en la zona montañosa del país y la carretera serpentea por altos valles. El paisaje cambia ligeramente, de las palmeras y cocoteros a los cultivos de té que cubren todas las colinas en todas direcciones. El té de Sri Lanka es conocido mundialmente, de la mejor calidad del mercado; quizá más conocido como té de de Ceylán, antiguo nombre del país que pusieron los portugueses en el siglo XVI (Ceilao), y que cambió ligeramente durante las siguientes ocupaciones de holandeses y finalmente británicos, antes de pasar a llamarse Sri Lanka (tierra prospera o resplandeciente), en 1972.

Seguido de Hatton tiramos hasta la villa de montaña Dalhousie, situada a pies del pico Adam (2.243 metros) Dicha villa está construida para recibir a los peregrinos en la estación alta (de Diciembre a Mayo) y consiste en un puñado de hoteles y alguna tienda.
El autobús nos paró en el hotel de turistas, donde una gente nos intentaba convencer de quedarnos ahí puesto que hotel que buscamos para encontrarnos con Paloma y Olivier no existe; pero no los creímos y seguimos en su busca. Más adelante otros hoteles nos decían que ya eran el último del pueblo que no existía un tal “Green House”; pero seguimos hasta el final, justo cuando a empezó a llover con gran fuerza; encontramos la “Green House”; empapados de agua, pero la encontramos. Fue una alegría ver a Paloma y Olivier quienes aguardaban nuestra llegada.

El clima a cambiado por completo, hace un poco de frio, estamos envueltos en niebla, y por primera vez desde el norte de Sudan tenemos que sacar las cazadoras.

Esta encantadora pareja suiza, tuvo un gran detalle al invitarnos a cenar en la casa de huéspedes, fue una gran noche en la que tuvimos muchas experiencias que intercambiar de su pasado viaje y el nuestro; la categoría de la cena también fue bastante superior de la comida que hemos probado desde que hemos llegado al país.


La mañana siguiente quedamos a las 2:30 de la madrugada; antes de partir nos aplicamos una pomada anti-sanguijuelas que nos dejó la mujer del hotel; para unos funcionó, en mi caso…recibí cinco picaduras de los chupasangre. No tiene ningún peligro de nada, lo único que cuando muerden se deben de quemar para que salgan por si solas; y el bicho, al aplicar un anticoagulante para que la sangre fluya, hace que se sangre un buen rato.


A pesar de la lluvia, cogimos las linternas y comenzamos la marcha, junto a otra chica alemana, y una pareja checa; el camino es muy parecido al de otros “peregrinajes” que hicimos en India, con escalones todo el tiempo, (5.200) En tres horas llegamos a la cumbre, en una marcha que se hizo amena y rápida por el grupillo que hicimos, sólo nos detuvimos en alguna ocasión para quitar las sanguijuelas.


Al llegar a la cumbre, lo alto de la montaña quedó despejado, cayendo las nubes abajo; aunque de todas formas estaba nublado y no pudimos ver el amanecer, tuvimos unas bonitas vistas del mar de nubes bajo nosotros.
Y… ¿por qué es sagrada esta montaña?, resulta que en la cumbre guardan bien bajo llave una marca que dicen ser una pisada de Buda; aunque otros discrepan diciendo que es de Adam, Shiva… El caso es que tampoco pudimos verla, porque el cuidador del lugar dijo que era temporada baja y que no se abría…


Una vez de vuelta nos esperaba un enorme desayuno, también gentileza de Paloma y Olivier; té, rollitos de coco, tostadas, fruta y diferentes tipos de panes. Aunque haya sido corto, fue difícil despedirse de esta simpática pareja, quienes seguían su viaje hacia el centro del país. Nosotros nos quedamos una día más para descansar y disfrutar del buen ambiente del pueblo y la casa donde nos alojamos.


El día que dejamos Dalhousie fue muy largo y cansado, al no haber buenas conexiones de buses hacia nuestro destino, tuvimos que tomar cinco autobuses para 150km tardando casi 9 horas. Todo ello carretera de montaña con pueblos muy bonitos de camino como Nuwara Eliya situado a 1.900 metros de altitud, y con la montaña más alta de país a su lado y que no vimos por la espesa niebla; gente simpática como siempre, y por supuesto tierras cubiertas de plantaciones de té.

Ella, es un pueblo ubicado en las montañas, el lugar ideal para descubrir recónditos sitios, pero el clima nos esta condicionando como nunca nos había ocurrido, el día siguiente de llegar todo estaba cubierto de una espesa niebla que no levantó en todo el día; lo único, pero interesante, que pudimos hacer fue visitar una fábrica de té cercana.
Tienen una tarifa para turistas, pero bueno nosotros contamos un buen rollo al hombre y nos lo dejó a mitad de precio.

Dada la importancia de éste elemento, no sólo en este país sino en países que ya pasamos como los árabes, y otros que vendrán como China…vamos a dedicarle un buen apartado para ver cómo evoluciona el proceso desde que se recoge una simple hoja hasta que nos tomamos una taza de té en nuestra casa.

Comenzaremos desde el principio, la recogida de la hoja. Las hojas del té salen de un pequeño arbusto de unos 50 o 60cm de altura, estos arbustos cubren las laderas de las colinas y tienen pasillos a diferentes alturas para poder tener mejor acceso las mujeres y hombres que las recogen.


Estas personas que recogen la hoja arrancan un poco de todo, pero realmente la hoja del buen té son las puntas nuevas del arbusto, exactamente las dos últimas hojas mas la nueva que está saliendo, en la foto se puede ver más claramente. Cada parte de éste conjunto de hoja será destinado a diferentes lugares durante la selección de grano; es decir, la hoja nueva que comienza a salir irá a los países árabes mientras que la hoja superior de las dos, irá para Europa.


La calidad del té viene dada por la altitud a la que se encuentre la planta; según nos contaron esta fábrica trabaja con lo mejor, pues se encuentra en una altitud media, (alrededor de los 1.000 metros). En Nuwara Eliya están sobre los 2.000 metros, y en la zona costera es demasiado bajo.

Las fábricas de té siempre están situadas en lo alto de las colinas porque así pueden tomar el aire natural para el secado; el primer paso cuando traen las hojas a la fábrica es meterlas en unas enormes cubetas, en cada una entran 2.000Kg de hojas, que tras 12 horas secando quedará reducido a 1.000Kg. El secado influirá en la calidad del té, lógicamente lo mejor es natural, pero en días como los que estamos, en la época húmeda, deben utilizar aire caliente que sale bajo las cubetas para secarlo.


Seguido, en tandas de 200Kg vierten las hojas por unos tubos que van a la planta inferior donde una maquina las gira y enrolla para ser pasadas por otra máquina que selecciona las hojas grandes (malas) de las pequeñas (buenas). Las hojas grandes deben pasar el proceso anterior hasta cinco veces; este té será el que queda en el país, la calidad buena será para exportar.

Tras éste proceso, la hoja fermenta en 2 horas por sí misma en unas planchas metálicas (3 horas en época húmeda); aquí cambia el color de la hoja a negro, que es la calidad de té que se fabrica concretamente en ésta fábrica, té negro.

El siguiente paso es una máquina que mediante unos rodillos quita todas las impurezas de la hoja como los tallos y que después reutilizan como fertilizante.


De aquí pasamos a la selección del grano en tres diferentes medidas; la medida más pequeña pasará por otra máquina más que la reseleccionará en siete tipos de grano.
Cada medida está destinada a diferentes lugares (como comentábamos antes), una es más demandada por países árabes, otra va para Europa…


En sacos de 36Kg todo va dirigido a Colombo, (al igual que la mayoría de fabricas), donde será distribuido simplemente como “Té de Sri Lanka”


Cuando habíamos tomado la decisión de marcharnos al sur en busca de buen clima, nos amaneció una buena mañana y decidimos quedarnos para hacer una caminata hasta una montaña que la llaman el pequeño Pico Adam; desde él pudimos ver el océano Indico que se encuentra a casi 100km en línea recta; a parte de un paisaje espectacular como de costumbre en Sri Lanka.

19 noviembre 2008

SRI LANKA


Aquí está la prueba de por qué salimos volando de India, pero como ya dijimos no había opción…
En Sri Lanka existe un fuerte conflicto en el norte del país; desde los años ’50 la población de habla Tamil (misma lengua que en Tamil Nadu, India), y de mayoría hindú, trató de hacerse un hueco más amplio, y hacerse escuchar en un país que implantaron como lengua nacional el cingalés tras la independencia; todo ello conllevó a diferentes actos hostiles que terminaron con la creación grupo LTTE (Liberation Tigers of Tamil Eelam); un grupo que busca la independencia de las provincias del norte y este del país.

Hace años existía un barco que conectaba India con Sri Lanka a través de los tan sólo 35km de mar que separan los países en su franja más estrecha, pero por la guerra del norte ya no existe tal barco; ahora la única manera de ir por mar es con lujosos cruceros desde Bombay a Colombo, según nos han contado; y por eso fue la decisión de tomar el vuelo.
Mismamente los primeros días que hemos estado aquí ha habido combates entre el gobierno y el LTTE, tomando el gobierno dos ciudades importantes del norte. Según dicen la cosa esta caliente y están tomando los últimos puestos estratégicos Tamil; el pueblo espera que en 6 meses el conflicto quede finalizado, esperemos…pero es muy poco tiempo aún.

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Purushot y su familia son una gente encantadora que nos ayudó hasta el último momento; su padre nos acompaño a las 4 de la mañana a la estación de tren para ir al aeropuerto y así no fuimos víctimas de los estafadores rickshaw.
El aeropuerto de Chennai es pequeño, así que fue todo muy tranquilo y sin problemas; en la puerta de embarque conocimos el primer cingalés o srilankés; el chico nos introdujo un poco sobre Sri Lanka y nos comentó que el extranjero tiene diferente precio en todo, pero bueno ya estamos nosotros para que no nos engañen.
La seguridad de los aeropuertos suele ser máxima, pero a veces tienen los más tontos fallos; siempre andan exigiendo el pasaporte, el pasaje…pero por ejemplo en nuestro último control nos cambiamos los pasaportes sin darnos cuenta, encima nos separaron hombres y mujeres para el exhaustivo chequeo, y ni se enteraron, nos sellaron y para adelante!

Casi sin darnos cuenta, en una hora de viaje, aterrizamos en la capital cingalesa, Colombo.
Puesto que tenemos sólo 25 días hasta nuestro vuelo de vuelta, hemos tenido que organizarnos un poco para ver dónde vamos; lo que hicimos este día fue continuar viajando, de todas formas este día íbamos a terminar cansadísimos.

Lo primero nos hicimos con algo de dinero local, 1€=137 Rupias; aquí es cuando nosotros notamos la crisis de España de la que escuchamos hablar; hace un mes el cambio era de 1€=150 Rupias.
A penas caminamos 1 hora por Colombo, viendo una ciudad sin mucho tráfico y más cuidada y moderna que otra cualquiera en India; gente tranquila, amable y sonriente, (sólo los conductores de rickshaw nos llaman)
Desconfiados preguntamos algunos precios, comprobando que Sri Lanka es un poco más caro que India, excepto el transporte público, por un ticket de 5 horas de bus pagamos poco más de un euro.

Por el problema de terrorismo hay multitud de controles militares armados detrás de trincheras en mitad de la ciudad; y para acceder a la estación de autobuses cachean y revisan todas las bolsas, pero bueno es un poco relativo pues al vernos a nosotros con las mochilas grandes, nos mandaron pasar sin mirar nada.

Y así seguimos viajando en este largo día, 5 horas más hasta la ciudad de Anuradhapura en el centro-norte del país; en el camino, lleno de controles militares, vemos que Sri Lanka es un autentico paraíso natural, la vegetación es muy frondosa, espesa y llena de fauna, especialmente monos saltando por todas partes. Claro que para alimentar tal flora, se necesita mucha lluvia, y la mayor parte del viaje se pasó lloviendo a jarros, creando una espesa humedad en el ambiente.

Con los últimos rayos de luz llegamos a Anuradhapura, yendo rápido en busca de algún lugar para dormir; no encontramos por un precio tirado, pero bueno, fueron 5€ por un amplio cuarto, con agua caliente, jabón y papel higiénico (impresionante lo del papel); y muy importante mosquitera; los mosquitos cingaleses no son agresivos, son asesinos y de un tamaño descomunal, cuando pican uno se da cuenta, es como si te clavarían un alfiler.

El día que llegamos fue la poya, (en el buen sentido hablando); en el calendario cingalés tienen unas cuantas fiestas extra, cada luna llena se celebra “la poya”, los comercios se paralizan y la ciudad está algo muerta; por eso cuando salimos a cenar, hambrientos de tanto viaje, nos encontramos con casi todo cerrado. Encontramos una especie de farmacia donde compramos un repelente de mosquito, fabricado con algún producto natural, pero funciona los primeros 5 minutos después de echarlo; y luego el único bar que encontramos sólo tenía arroz con pollo, arroz con pescado, y arroz con ternera; cuando escuchamos ternera se nos abrieron los ojos a los dos, después de tanto tiempo en India…Al final la ternera y pollo, resultó ser malísimo, venía hasta con un insecto incluido entre el arroz. Curioso el servilletero, las servilletas son hojas de periódico recortadas por igual y colocadas en un recipiente.
La parte buena de la noche es la gente que encontramos por la calle; la diferencia con los indios es enorme; aquí casi todos hablan inglés (aunque sea un poco), son educados y quieren ayudar en todo sin dinero por medio. Lo que ayuda mucho es la sonrisa, los habitantes acostumbran a mirarnos y sonreírnos saludando cuando nos cruzamos en la calle.

La parte mala de Sri Lanka son los precios para ver cosas, es algo fuera de lo común; por ejemplo para ver todos los lugares históricos de Anuradhapura cobran 25$; y luego hay otras ciudades que cobran lo mismo…por eso han creado un ticket igualmente caro, que por 50$ te permite visitar los mejores lugares de toda la isla. Después de pensarlo mucho decidimos comprarlo pues ya que estamos aquí, es una gran oportunidad; de todas formas lloramos un rato en la taquilla, hasta que se nos ocurrió sacar las tarjetas de estudiante, y casualmente hay un descuento de 50%, pero sólo en la oficina de Colombo; así que cuando volvamos a la capital posiblemente nos devuelvan la mitad de lo gastado, esperemos…

Esta ciudad tiene un pequeño centro muy tranquilo, pero fuera de él, es una paz absoluta, lugareños que pasean, que van en bici…entre una vegetación que nunca deja de sorprender, y entre ella a veces pueden aparecer sorprendentes criaturas. Unas de ellas están por todas partes, los varanos (reptil, como un lagarto gigante); encontramos alguno que sobrepasaban el metro de largo con la cola; pero luego hay otros reptiles, creo que son monitores de agua, para entendernos son una mezcla entre el dragón de Comodo y los varanos; encontramos dos en el río y fue realmente impresionante, pues superaban los dos metros de largo, como unos pequeños dinosaurios.
Las fotos siguientes son del varano:


Nos acercamos a ver una vieja pagoda (templo budista) de la que quedan 70 metros de su original altura de 100 metros, pero el cielo rugía anunciando una buena lluvia que nos cayó encima teniéndonos que refugiar bajo unas chapas junto unos hombres que debían de trabajar limpiando la zona.


Desde este momento nos acostumbraríamos a ver este tipo de construcciones, pues el país es de mayoría budista; cada pagoda o estupa, tienen un pequeño santuario, con esculturas de buda meditando o yaciendo durante su nirvana.


Quizá el lugar más sagrado de Anuradhapura es el santuario de Sri Maha, donde crece un árbol que una princesa trajo de la India, pariente de la persona que introdujo el budismo en Sri Lanka; este árbol crece dentro del santuario y tienen la mayoría de las ramas sujetas con soportes. El lugar es tan importante en la vida de los cingaleses que debimos pasar dos exhaustivos controles y cacheos por los simpáticos policías.


Tras pasar algún santuario más, llegamos con el anochecer a un lago que junto al cielo anunciando tormenta formaban un conjunto de colores increíble; desde aquí la lluvia ya no nos dejó en paz hasta llegar al hotel.



Hay mucha gente que nos ofrece tour en rickshaw, alquiler de bicis (un poco caro), incluso nos han ofrecido tour ilegales para no pagar los 50$, pero pagándoles la mitad a ellos; luego empiezan con que tienen un amigo que en el siguiente sitio…bla,bla…
La mejor forma y mas económica es caminando, así que nos recorrimos cada palmo del lugar, visitando algunas viejas pagodas y monasterios budistas, entre palmeras, cocoteros, cañas de bambú y un sinfín de especies de plantas y árboles.


La pagoda Ruvanvelisaya, es la más llamativa que vimos respecto a tamaño, su color blanco y los cientos de cabezas de elefante que rodean el recinto.


Tras la caída de Anuradhapura en el siglo XII a manos de los indios, la capital de Sri Lanka se traspasó a Polonnaruwa, allí nos dirigimos en un abarrotado autobús; en el camino nos mandaron bajar en un control militar para registrarlo todo, pero sigue siendo absurdo porque durante el trayecto suben y bajan decenas de personas que nadie controla.

Si Anuradhapura era tranquilo, Polonnaruwa es una paz tremenda, el pueblo es muy pequeño, así que todos saben dónde estamos alojados de donde somos… Lo primero que hicimos al llegar fue ir a comer, y ya tomamos la decisión de poder decir que la comida cingalesa es lo peor que hemos comido, pues no hay opción de nada; siempre es arroz cocido con carne o pescado (que no tiene casi carne), servido con lentejas secas y unas verduras muy picantes; al terminar de comer uno queda hinchado y mal de la cantidad de picante que usan. Sólo se encuentra eso, en cualquier lugar…

En dicho restaurante nos dimos cuenta del mercado que se ha abierto con el tema de los tickets súper-caros, un hombre nos ofrecía un tour en rickshaw en Polonnaruwa y Sigiriya gratis, sólo a cambio de nuestros tickets. Ellos tienen contactos en todos los lugares para entrar gratis, después puede vender a otro extranjero los tickets por mitad de precio; el turista se ahorra medio ticket y él se saca una pasta.
En resumen, si no tienes ticket, ellos te lo venden a mitad de precio; si tienes ticket te hacen el tour gratis a cambio de los tickets.
De todas formas no podemos hacerlo pues los nuestros valen 50$ que se supone nos devolverán en Colombo.

En los buenos tiempos de estas antiguas civilizaciones, se crearon multitud de tanques de agua, tanques que a simple vista no se aprecia pues parecen lagos de lo grandes que son; gracias a ello ahora poseen unas grandes reservas de agua.
El día que llegamos caminamos junto a un tanque de estos atravesando pequeños caminos donde había casas de la gente metidas entre la selva, es un autentico paraíso, además la gente es tan amable siempre saludando; y si no dicen nada, siempre sonríen al vernos, sin duda la sonrisa es la mejor imagen para ver como son las personas.


La antigua civilización de Polonnaruwa se esparce en una amplia área, así que como solemos hacer en estos casos nos alquilamos unas bicis para recorrerlo. De todas formas caminando o en bici íbamos a sudar la gota gorda de la humedad y el calor que hace este país.


Algunos de los mejores sitios que visitamos fue el cuadrángulo, un recinto con restos de varios templos que en su día albergaron un diente del mismísimo Buda; algo muy bonito de los templos budistas son las piedras de media luna talladas que colocan en las entradas.


Entre otras estupas y vendedores de tallas de madera muy majos que encontramos en el camino, llegamos al Gal Vihara, unas impresionantes tallas de Buda en la roca.


Para llegar a Sigiriya tomamos un par de autobuses, el segundo de ellos nos triplicó el precio del ticket, pero no coló y cobró lo que era de verdad.
Sigiriya sí que es una autentica villa minúscula de granjeros en mitad de la selva; los establecimientos que hay y hostales se han creado para el turismo que llega para ver la gran roca. Pero prácticamente el turista no para aquí pues llega en buses privados donde están todos bajo control; por eso encontramos una casa de huéspedes barata, con una encargada muy simpática y en una casa muy muy bonita.


Investigamos la villa, encontrándonos extraños lagartos por todas partes, camaleones; casas con arboles tallados; gente maja y las tímidas colegialas que llegaban de la escuela.


Los habitantes nos hablaron de un monasterio en la roca opuesta a la “gran roca”, y para allá nos fuimos; en el sendero arriba encontramos unas curiosas plantas que se cerraban al tocarlas, sanguijuelas y una serpiente; es increíble la vida salvaje de Sri Lanka. Desde la cumbre se veía toda la espesa vegetación y la roca donde iríamos al día siguiente.


La subida a la gran roca no es dura pero el calor es demasiado; en la misma pared, y sin ningún tipo de acceso a no ser por las escaleras metálicas que han colocado, se hallan unas curiosas pinturas muy bien conservadas de unas ninfas de la época.


Todo está bastante derruido, pero si uno se imagina como debió ser esto, es de película; para subir a la cumbre había una enorme figura de león, las escaleras comienzan entre sus garras y se colaban por la boca del animal hasta la cumbre; pero ahora sólo se ven las garras… Para acceder arriba han colocado unas escaleras no aptas para gente con vértigo; y en la cumbre hay multitud de tanques de agua.


Con el resto del día por delante disfrutamos del entorno, y del aire fresco que se respira en estos lares.