27 marzo 2008

EL VALLE DEL OMO

A las 4:30am nos acercamos a la estación de autobuses, no es un bus especial, es la absurda hora de partida de la mayoría de autobuses en todo Etiopia. Quisimos intentar pasar página Arba Minch pero no pudimos, la mañana la empezamos discutiendo y gritando con el tío que subió las mochilas al bus, y a quien dijimos de subirlas nosotros porque no queremos pagar extras de “blancos”, como dicen ellos.

De camino, los niños en la carretera se dedican a hacer acrobacias mientras pasa el bus, para que la gente les tire las botellas de agua vacías. Konso es el primer pueblo en el camino, donde se halla la tribu de este mismo nombre; aquí vemos a las mujeres con una vestimenta muy peculiar.



Pero en Weito fue el primer gran impacto, se acercaron los primeros habitantes de la tribu Tsemay con sus coloridos colgantes y brazaletes, fueron pacíficos pero con el kalasnikov al hombro. Desde aquí se sucedieron grandes rebaños de vacas llevados por los Tsemay.


También empezamos a ver cómo funciona esto; el Omo es relativamente “turístico”, y la gente de las tribus aprovecha esto para sacarse un dinerillo; una foto se cotiza entre 1 y 3 birr. Nosotros no somos partidarios de apoyar éste sistema, aunque es cierto que hemos pagado un par de fotos, por tener alguna buena de recuerdo; el resto que pondremos son fotos “robadas” que hicimos con la cámara colgada al cuello y disparando; una gran pena, pues éste lugar es para pasarse el rato haciendo fotografías.

En vez de llegar a Jinka nos bajamos en Kay Afar pues hemos coincidido con el mercado del jueves; los mercados en el valle del Omo es lo que realmente tiene interés pues se mezclan las tribus para compra-venta de sus cosas.

Kay Afar pertenece a la tribu Banna; pero en este día, tanto Banna como Tsemay se mezclan en el colorido mercado, vendiendo frutas e instrumentos artesanales como un pequeño banco que siempre llevan a cuestas para ponérselo en el cuello cuando duermen, o potes para transportar alimentos, leche…, hechos de calabaza.


Aquí van algunas de las fotos que pudimos sacar de los Tsemay, quienes van con muy poca ropa normalmente y con una decoración muy sencilla pero colorida; algunas de las mujeres jóvenes van con el pecho descubierto.


Los Banna, se suelen decorar el pelo con barro, (al igual que los Hamer), por lo demás es muy parecido a los Tsemay; al menos para nosotros…


Esta tribu al igual que los Hamer tienen la tradición de saltar vacas cuando el niño pasa a hombre, es algo muy importante para ellos y por lo que entrenan mucho; pues si el hombre falla cayendo en los saltos, es azotado por las mujeres. Es una suerte que este evento coincida, y coincidió! Pero debido a la lluvia fue cancelado.
También era muy curioso cómo la gente nos tocaba el pelo de la cabeza, piernas o barba, (ellos no tienen pelo en piernas o brazos), les llamaba mucho la atención, pero lo más extraño era, que después de tocarlo se olían la mano con una cara de asco!… no entendemos por qué…

Hasta aquí llegamos bien, pero al día siguiente cuando quisimos ir a Jinka, nos dimos cuenta de la complicidad de moverse por éste vasto y duro área. En la mañana conocimos un neo zelandés que afrontaba su segundo día esperando transporte para Dimeka (tribu Hamer). Nosotros esperamos sólo 6 horas hasta el bus que viene de Arba Minch para tirar a Jinka; pero durante la mañana nos desanimamos mucho, por lo de siempre; la gente. Aquí se usa como medio de transporte los camiones Isuzu, pero, o no nos querían llevar porque somos blancos, o nos aumentaban el precio un 500% el coste real; muy mala gente. El neo zelandés tuvo que ir en un jeep de turistas privado por un pastón.
Nosotros nos hicimos amigos de un local que iba para Jinka, y nos ayudó, pues nos fuimos hasta mitad de camino por el precio normal, en un camión de obras, y desde allí enlazamos con ese único bus que viene de Arba Minch.

Seguimos sin buena suerte, el día de mercado en Jinka, se junta con un importante partido de fútbol local, y todos los hoteles están completos; después de varias horas localizamos un hotel de gente local. Aún no sabemos como pudimos dormir en aquel lugar; sobre nosotros había un pajar lleno de ratas que correteaban toda la noche, debido a las ratas el techo estaba lleno de garrapatas, que caían a la cama continuamente; eso por no hablar del condón que encontramos entre las sabanas…tuvimos que montar un gran tenderete de protección con los sacos y la mosquitera. Lo del condón lo entendimos mas tarde cuando vimos hombres viniendo con prostitutas de 15 o 16 años… Al amanecer salimos corriendo de allí y dejamos las mochilas en la habitación de una pareja israelí que conocimos en Kay Afar; hasta encontrar hotel o decidir que hacemos.

La vida en Jinka se desenvuelve en la pista de hierba del aeropuerto, donde la gente yace en el césped o las vacas pacen; el problema viene cuando aterriza o despega un avión que tienen que quitar a las vacas de la pista.
Pero el sábado, lo que adquiere protagonismo es el gran mercado, y gente de las tribus que ya hemos visitado vienen aquí, en territorio Ari, muy cerca de los Mursi, quienes también se acercan a la ocasión.
Los Mursi son una tribu muy peculiar; las mujeres se cortan el labio inferior y arrancan los dientes para colocarse un plato labial, según ellos es un símbolo de belleza, y toda mujer ha de llevarlo si quiere conseguir pareja. Veníamos con esperanza de encontrar algún Mursi, y tuvimos suerte, vimos varias mujeres; que nos localizaron antes ellas a nosotros, que nosotros a ellas, porque querían que las haríamos una foto, ésta fue una de las dos fotos que negociamos y la última, porque fueron muy agresivas; acordamos un precio de 2 birr, y luego querían 4 birr, gritándonos muy agresivamente; la gente simplemente nos dijo: Son Mursi, no tienen cabeza… En ese momento nos alegramos un montón de haber tomado la decisión de no ir a ver el poblado Mursi; donde hace falta alquilar un jeep, y pagar una serie de entradas a parques nacionales, e incluso a la villa!
Estas son algunas fotos que pudimos “robar” de ésta tribu:


El mercado es del estilo de Kay Afar, solo que menos colorido, aunque más grande y con muchísima gente; entre la multitud fue sorprendente encontrarnos al japonés que perdimos en el norte de Sudán.


Pasamos éste día con Asaf y Sigan, la pareja israelí, y marchamos a una villa cercana, Gasar; por allí no se acercan muchos turistas y fue la revolución, a nuestro paso se iban pegando todos los niños del pueblo, llegando a hacer un grupo realmente numeroso.


De regreso a Jinka paramos en el museo del Omo, donde tienen objetos de diferentes tribus que hoy día siguen utilizando; y vimos un audio-visual sobre una de las tribus más destacadas de la zona, Los Hamer, a quienes no iremos a visitar porque los conductores no nos lo ponen fácil, como ya explicamos anteriormente.

Para salir del valle del Omo debemos seguir el mismo camino hacia Arba Minch, pues cruzar el rio Omo requiere muchísima preparación y no es posible para nosotros. Así pues, luchamos en la estación de buses corriendo con la gente y a empujones por conseguir una plaza; solo es un bus al día y si lo quieres tomar, te has de comportar como ellos.

Arba Minch fue un punto de descanso para unos días, ya que últimamente no paramos a asimilar lo que vamos viendo; pero inesperadamente la estadía se prolongó.
El día 24 de marzo fue un día especial, el aniversario de viaje; 1 año en ruta. Lo celebramos en un bonito restaurante, con comida diferente, y en compañía de la pareja israelí, y un chico de Singapur.


Al día siguiente lo celebramos de una manera muy diferente; durante la mañana me sentí muy débil con dolor en todo el cuerpo, por la tarde la temperatura corporal subió en 3 horas de 36,5º, a 38,5º ; a pesar que estamos tomando la profilaxis contra la malaria, parecía que los síntomas apuntaban a eso. La fiebre subía muy deprisa y fuimos al hospital de Arba Minch; durante el camino, a pesar de andar con la ayuda de María y tambaleándome, no impidió a los niños que nos gritaran pidiéndonos dinero agresivamente como siempre.
El hospital es inhumano; las camillas son grandes armazones de hierro roñoso, y parte de los enfermos están en la calle con mosquiteras. En la consulta del doctor entra todo el mundo a la vez sin respetar al resto de enfermos; a mí me mandaron ir al laboratorio, porque estaban bastante seguros que tenía malaria, pero el test dio negativo.
De vuelta a la consulta, habían cambiado el doctor, pero el nuevo que encontramos había estudiado medicina en Cuba y hablaba perfecto español, lo cual ayudó mucho; finalmente todo se resolvió; una fuerte infección de anginas fue el diagnostico.
Al no tener seguro de viaje, pensamos que tendríamos que pagar mucho dinero; pero no, en total fueron 17 birr con medicinas y todo, poco más de 1€.
Con el aniversario también llegan momentos de cambio; Johann no vino a ver las tribus, pero al regreso nos juntamos con él para despedirnos, llegó su momento de regresar a Alemania, por lo que volvemos a estar nosotros dos solos viajando.

20 marzo 2008

EL VALLE DEL RIFT

La idea inicial camino al sur era parar en la ciudad de Sheshemene, la ciudad de los rastafaris; una comunidad que se ha quedado atrapada en el tiempo fumando marihuana y mascando chat todo el día.
Cuando el bus llegó no nos sentimos muy acogidos en esta ciudad caótica; la gente nos llaman continuamente “you!, you!” de una forma muy agresiva y despectiva. A esto se le unió la presión que nos meten siempre para sacarnos dinero, cogiéndonos las mochilas, pero lo peor fue en el siguiente minibús que tomamos hasta Awassa; metimos las mochilas con nosotros encima, ocupando una sóla plaza, como no nos podían pedir pasta por ponerla encima del bus, querían que pagásemos un extra por las mochilas igualmente.
Y no terminamos ahí, una vez en Awassa, en los hoteles te dicen claramente que estás pagando el doble de lo normal, ya que somos blancos y nuestros ingresos son mucho más altos que los de ellos. Pero nosotros no paramos hasta encontrar a alguien legal que nos cobre como a todo el mundo.

Después de una estresante tarde con los etíopes, siempre llegan momentos mucho más agradables. Paseando cerca del lago, una familia nos invitó a una ceremonia de café, y nos enseñó todas sus plantaciones de plátanos, caña de azúcar, café…


El lago de Awassa forma parte de la multitud de lagos asentados en el Valle del Rift en Etiopia; el Valle del Rift es una gran falla que se extiende desde Mozambique hasta Djiobuti, y que continua por el Mar Rojo hasta Jordania; durante los próximos miles de años esta falla seguirá abriéndose progresivamente hasta separar el cuerno de África del continente, quedando dividido en dos. Otros viajeros nos han hablado de lo impresionante que es dicho valle en Kenia; aquí no lo es, pero los lagos albergan una variada fauna donde a uno le falta tiempo para detectar todos los animales que hay.

Además, se dice que Etiopia es la cuna de la civilización; los primeros homínidos se movieron por el Valle del Rift hacia tierras más al norte. El claro ejemplo es el australopitecos afarensis, (4 millones de años) mas conocido como “Lucy”, y que fue encontrado en el noreste del país; por lo tanto todos nosotros procedemos de éstas altas tierras africanas.

Dejando aparte la historia…aquí hay unas fotos de los animales que encontramos en el lago; los pájaros son realmente bonitos, coloridos y diferentes, también vimos monos que últimamente están por todas partes, y el curioso e impactante mono Columbus, con su larga cola blanca; para ver los hipopótamos tomamos una barca hasta otro extremo del lago, algo que como siempre lleva su largo tiempo de negociación.


El marabú es el gran ave que sin duda domina todo el territorio, están por todas partes!


El mercado de pescado es muy interesante, lo hacen en el mismo lago y preparan el pescado en el suelo donde lo venden para comerlo crudo. El pez típico de aquí es el pez-gato, que alcanza grandes tamaños; y como siempre los monos, marabúes y pelicanos están al tanto para pillar algún resto.


Arba Minch será nuestra puerta de entrada al valle del Omo; desde Awassa fueron unas 9 horas (250km) con pinchazo incluido. Alrededor se encuentran dos lagos más del valle del Rift; el lago de Abaya y el lago de Chamo, entre un gran parque nacional.
La época de lluvias va comenzando poco a poco, y toda la amarilla vegetación irá cambiando paulatinamente; fue emocionante ver la lluvia tras 4 meses sin ver una gota caer del cielo.

Nosotros lo intentamos… pero no podemos decir nada bueno de aquí; nos sentimos presionados y engañados en todo momento por la gente. Chavales que dicen ayudarnos, nos mienten con los precios de los hoteles en nuestra cara, (fue útil aprender los números en amárico…), y al final como siempre de mala gana echamos a todos para buscarnos la vida solos, que es más relajado y económico.
El principal objetivo aquí era conseguir información sobre como visitar las tribus del Omo; entre la oficina turística, y el amigo de Grum (quien fue guía de mis padres aquí, y que ahora reside en España), nos lo pusieron todo muy fácil para hacerlo por nuestra cuenta en autobuses y camiones.

Y eso fue lo único que hicimos en Arba Minch, porque acabamos agotados de la gente; somos blancos = somos millonarios, y debemos pagar el doble de precio en todo; pero no nos da la gana, fueron muy racistas aquí; y lo mejor, es que luego quieren que hablemos bien del país.
El último día tuvimos una charla con más de uno para hacerle entrar en razón, pero es imposible cambiar lo que han dejado los turistas del pasado, y la ayuda humanitaria masiva que ha recibido el país. Es cierto 100% que somos unos privilegiados de haber nacido donde hemos nacido…tenemos oportunidades, no nos falta de nada, estudios que nos han dado una cultura…etc. Aquí la vida es mucho más difícil, pero toda esa ayuda exterior a creado una gran dependencia en la gente, y ahora muchos solo esperan a que les den, en vez de intentar hacer su futuro por su cuenta.
Hace años aquí había muchos problemas de hambre, ahora no es todo de color de rosa; pero no hay tanta necesidad; por eso nos enfadamos con los pesados niños cuando después de verles jugar y sonreír en la calle, se acercan con cara de pena fingiendo que tienen algún tipo de disfunción física para pedirnos dinero. O simplemente saludan con un hello money, hello money. Lo peor es verlos tirar un trozo de pan cuando se lo damos, ya que lo único que quieren es dinero.

Bueno, una vez ya desahogados…con toda la información recogida estamos listos para el Valle del Omo, un lugar donde la mayoría del turismo se acerca en tours organizados con guía y jeep; nosotros no podremos ver tanto como ellos, pero viajar en transporte público con la gente local tiene su cosa…

16 marzo 2008

NORTE DE ETIOPIA

Un minibús nos lleva los 150 km que distan de la frontera; la salida de Sudán fue muy rápida, pasamos unos tres controles y listo; cruzamos un puente de completa ausencia policial y pasamos a la aduana etíope; un caseto de adobe y paja, donde dimos el gran trabajo del día al hombre. Cuando vio la pila de cinco pasaportes se estresó, y nos dijo que nos sentaríamos pues llevaría su tiempo; fueron unos 40 minutos para colocar las cinco estampas. Luego “customs”, la revisión de equipajes la realizó un hombre que estaba apoyado en un árbol, en camiseta, y con cara de mascar mucho chat; pero según abrimos las mochilas nos hizo un gesto como: venga, venga, dejarlo….



Etiopia nos recibe con el cartel de “Feliz Milenio” pues acaban de entrar en el año 2000; aquí se rigen por el calendario juliano, 7 años y 8 meses por detrás del nuestro y que tiene 12 meses de 30 días y un mes extra que varía entre 5 o 6 días, dependiendo si es bisiesto o no. El amárico, su lengua, es totalmente indescifrable así que tendremos que estudiar… Para afirmar en amárico, es muy curioso, se ha de hacer una fuerte inspiración por la boca; algo así como nuestra expresión de “sorpresa”.



El cambio respecto a Sudán es abismal, en cultura, gente, precios mucho más económicos…Desde la frontera, Metema, cogimos un bus hasta la siguiente aldea para ir ganando tiempo pues las distancias en Etiopia no se miden en kilómetros, si no en días. Hasta Shehedi, (35km), fueron 2 horas de viaje en un autobús sobrecargado y con el traqueteo habitual, al cual ya nos hemos acostumbrado.
En Shehedi nos alojamos en un modesto hotel con habitaciones hechas de caña de bambú; en principio estuvo muy bien, y barato 15 birr cada uno (1€), pero por la noche no sabíamos que la afición de los monos era colgarse de los techos, de habitación en habitación.
Los niños nos acompañan desde que bajamos del bus, tratan de hacer como guías para sacarse una propina; y cuando se cansan, tenemos a otro grupo detrás.



Probamos las delicias del país en un restaurante donde sólo se servía injera con trozos de carne. La injera es un pan que se hace con harina de un cereal típico de aquí, no es que sea muy delicioso para comerlo solo.



Después de comer no puede faltar el café, una gran tradición en Etiopia; lo suelen preparar en el momento, tostándolo al fuego, moliéndolo a mano, delicioso… Suele ir acompañado de incienso y palomitas de maíz.



El aspecto que ofrece esta villa es bastante pobre, hay multitud de pequeños supermercados, donde tienen exactamente lo mismo, y la única comida son galletas; en el mercado vimos algo de fruta, pero muy escaso.



Esta misma noche al volver al hotel, una chica que había venido en el bus con nosotros, nos llamó muy misteriosamente; en la habitación encontramos a Toby, Stuart y otra gente mascando chat. El chat es una planta típica de aquí, una droga legal, el equivalente a la coca de Sudamérica; al mascarlo te produce un efecto de bienestar, pero también te quita el sueño, por eso probamos solamente un poco por esta vez.

No solamente el año es diferente aquí; oficialmente son dos horas más que en España, pero la gente usa su particular modo de medir el tiempo, el día empieza cuando amanece, así pues las 00:00 es cuando sale el sol. Esto hay que tenerlo muy en cuenta, pues el bus para Gonder sale a las 23:00, que son las 05:00 hora oficial. Una vez todo el mundo dentro del bus, se deben bajar todos los hombres para ser cacheados y subir de nuevo; una de las muchas cosas absurdas que ocurren en África…
El camino de 8 horas y media para los 200 km se hizo interminable; la parte buena es que subimos a cotas más altas (2.200 m.) y la temperatura se suaviza, dejando atrás los 40ºC de Sudán.



Gonder es un lugar muy bonito, quizá nos parezca así porque desde hacía unos 4 meses (desde Siria), no veíamos una ciudad rodeada de naturaleza y montañas.
Hemos descubierto que los hoteles económicos se encuentran alrededor de las estaciones de autobuses, por allí encontramos un zulo por 0,7€ cabeza; donde cada noche ponían en las puertas de las habitaciones un orinal y una botella de agua para el aseo personal.



Como acabamos de entrar al país quisimos comprar la tarjeta para el móvil y actualizar el blog; nos salió todo mal; el internet es tan lento y malo que no abría el blog, (luego nos enteraríamos que está censurado); y el tema de la tarjeta SIM es una cosa muy misteriosa, cuando preguntamos por ello, la gente nos miraba extrañados, nadie sabe cómo conseguirlo; y la gente que sí sabía, nos mandaban ir a un local, a una hora determinada, como si fuese algún tema para comprar droga. Lo único que pudimos sacar en claro, aunque suene extraño, es que el tema de venta de tarjetas en Etiopia se ha colapsado, solamente se pueden alquilar por un mes pagando un alto precio, además de la carga de dinero para telefonear. Descubrimos que hay posibilidad de adquirir una en el centro de telecomunicaciones por 400 birr (28 €), nuestro presupuesto total de 4 días, así que esperamos a llegar a la capital para informarnos mejor.

Hace tanto tiempo que viajamos por países islámicos, (7 meses); que al llegar a un país de mayoría cristiana, hemos notado un fuerte cambio en la gente, quizá una actitud algo más agresiva, también hay que tener en cuenta que el alcohol es legal, (en Sudán, el consumo de alcohol es castigado con 40 latigazos); ésta gente de escasos recursos al beber se les puede cruzar el cable y por la noche uno puede tener alguna mala experiencia.
De toda formas, nos han sorprendido los etíopes; veníamos preparados para avalanchas de gente pidiéndonos e incordiando, pero no ha sido así; los niños se acercan a hablar muy amistosamente y luego te piden algo, pero solo basta un, no, para que se vayan. Muchos hablan inglés, y tratamos de convencerlos que todos los extranjeros no son ricos, y hacerles cambiar la imagen que tienen del turista.

Paseamos por la ciudad, visitamos el monasterio… mientras hablamos con los habitantes, quienes nos paran continuamente a preguntarnos cosas. Y si uno se aleja de lo que puede ser el camino recorrido normalmente por el turista, metiéndose entre las humildes casas; se puede encontrar gente magnifica y muy peculiar, como ésta mujer con todo su cuello tatuado.


Hacer dedo en Etiopia lo hemos descartado, el tráfico de vehículos particulares es inexistente; pero no hay problema pues los buses son baratos, además de incómodos…
En Gonder nos despedimos nuevamente de Stuart y Toby, que marchan mas al norte, así que volvemos a viajar nosotros dos con Johann.
Desde que llegamos a Bahir Dar, tuvimos a alguien pegado a nosotros; simplemente siguiéndonos, otros que quieren hablar y otros que intentan sacar un extra.
Bahir Dar, es un lugar muy bonito y agradable para pasear, entre las palmeras y verde vegetación; está ubicado a orillas del Lago Tana, que da origen al Nilo Azul, dicho lago alberga diversas especies animales como hipopótamos o pelicanos.


Cerca de aquí están las cataratas del Nilo Azul, donde hicimos una pequeña marcha en las montañas para verlas desde lo alto.


Para regresar de las cataratas, usamos el mismo medio de transporte, uno de los destartalados autobuses locales; en esta foto hay un ejemplo de lo bien que funciona en este país el servicio público…


Fueron 4 horas para 30km, los asientos estaban desmontados, el techo era de okumen y alado del conductor había un niño taponando el depósito de combustible para que perdiese lo menos posible, por supuesto que no terminamos el trayecto con el mismo bus. El problema fue que los otros buses que pasaban estaban llenos y nadie nos quería llevar, ni siquiera arriba, así que nos subimos en uno de ellos por la fuerza, y a pesar de los gritos del conductor…no nos movimos hasta que nos llevó de vuelta a Bahir Dar.

Más de lo mismo en el horrible viaje que nos llevó hasta Lalibela, 10 horas de pistas de piedras hasta la villa de Guna, entre grandes montañas que superan los 4.000 metros de altitud. No entendimos el motivo por el que el chofer cambió la rueda durante el camino, pues tanto la que estaba colocada como la de repuesto, estaban destrozadas con todos los alambres fuera. De todas formas siempre es bonito parar en las villas remotas, donde la gente nos mira como si acabaríamos de aterrizar de otro planeta.


Al llegar a Guna, nos dijeron que igual venia un autobús para Lalibela…o… igual no venia. No tendremos más suerte en Etiopia como ese momento; un jeep de una ONG de ayuda a los niños pasó por allí y Johann lo paró, nos llevó hasta Lalibela gratis.
Venimos atravesando grandísimos valles, pero este último tramo hasta Lalibela, fue el paisaje más bonito que hemos visto en los últimos meses de sólo desierto y más desierto.

Lalibela es un lugar turístico dentro de lo que cabe, y los extranjeros tienen diferentes precios; pero nadie puede con tres viajeros “ultra-económicos”.
Lo mismo es para visitar las conocidas iglesias de Lalibela; a veces se pasan tanto con los precios que le cambia a uno la imagen del lugar; en un viaje de un mes se puede pagar, pero para nosotros un ticket de 15€ cada uno es mucho…
Enfadados, no nos quedó otra que buscar una forma más “económica” de visitarlo; pensamos en complicadas opciones de subir por la montaña…pero no hizo falta pues hay una puerta secundaria por donde entra todo el mundo de la villa, y los niños nos dijeron: por aquí, por aquí!! Así entramos sin pagar nada al recinto de todas las iglesias, pero nos quedaba lo más complicado, como verlas por dentro pues en cada puerta hay un guarda.
En la primera no tuvimos mucho éxito; entramos con un grupo de tres turistas, pero no coló…alegamos que los tickets los tenia nuestro guía; pero el tío se mosqueó y nos siguió hasta que nos alejamos del lugar.
En el grupo más importante de iglesias, nos colamos hasta dentro, yo dije que las entradas las traía mi mujer, y más tarde cuando llegó María, dijo que las tenía el guía; a los pocos minutos se escucharon gritos y un gran revuelo, teniendo que salir por patas, pero por lo menos lo vimos, aunque mucha parte de ello estaba en restauración; (15€ y en obras…)
Al escapar, lo hicimos por el otro grupo de iglesias, echándolas un vistazo rápido, pero el caminó nos llevó a una fosa sin salida donde tuvimos que esperar a que se calmase el ambiente, pues nos estaban buscando.
Las iglesias ortodoxas de Lalibela están escavadas en roca, pero lo más curioso es que el techo de ellas es el suelo donde pisamos; es decir, están excavadas hacia abajo. El lugar es muy sagrado para los etíopes, para entrar a los templos uno se ha de descalzar, y hay una zona prohibida para mujeres. El emplazamiento de todo el conjunto es todo naturaleza, muy muy bonito.


Desde aquí hasta Addis Abeba son 2 días de viaje en autobús, el primer tramo es hasta Desi, donde hacemos noche; por el camino paramos en una villa a comer injera, poco a poco nos vamos acostumbrando a la comida local; lo más sorprendente fue ver a los niños comiéndose los restos que dejamos justo al levantarnos de la mesa.
El chofer del autobús es el autentico “Fernando Alonso etíope” nos puso los pelos de punta más de una vez, conduciendo a toda velocidad por las estrechas carreteras con grandes acantilados, y adelantando en curvas sin visibilidad.


Antes de llegar a Addis Abeba, un control militar cargado de kalasnikov, nos mandó bajar del bus para registrarnos a todos, pero todo muy tranquilo y relajado, no como Sudán, que estaban siempre con el pasaporte para todos lados.

Lo primero contactamos con el miembro de HC, Habtemu; y nos llevó a la humilde casa donde vive con su abuela y prima. Viven prácticamente junto con los vecinos, con quienes comparten el baño. Con ésta familia vimos todo el proceso de preparación de la injera, que está mucho más buena que la de los bares, y en una familia etíope tampoco puede faltar la importante ceremonia del café.

Como venimos haciendo en todas las capitales, lo que menos nos gusta, visados; ésta vez visitamos la embajada de Djibouti; si hacemos aquí el visado necesitamos carta de recomendación, si lo hacemos en Dire Dawa, no hace falta, además que lo podemos hacer unos días antes de ir al país, pues es uno de nuestros últimos destinos en Etiopia.
Otra cosa absurda es el coste, son 30 US$ o 25€; pero quién va a pagar en euros… cuando 25€ = 40 US$...

Gracias a Habtemu y Michael (otro chico del club), vimos un poco la vida nocturna que se mueve en Addis Abeba, y nos dejó realmente impresionados; aquí la mujer no se corta nada, y los hombres lo tienen muy fácil; también hay mucha prostitución y muuuucho SIDA; la gente bromea con un dicho popular: “A partir de las 9:00pm no hay VIH” Solo es un dicho, pero tristemente aún queda gente que lo cree realmente…

También fue muy curioso cuando fuimos a buscar a Johann al aeropuerto, (el se quedó en Lalibela, y voló a Addis Abeba), juntos buscamos un hotel para él. La mayoría de los hoteles tenían una tarifa para pasar la noche, y un extra más, para todo el día; ya que suelen ser usados para ir con prostitutas y pasar sólo unas horas.

La capital etíope es tranquila comparada con las ultimas capitales que hemos visitado de Africa; con muchos parques, naturaleza, todo verde. Como interés turístico, solamente algunas iglesias poco impresionantes; lo más interesante es ver a la gente súper-devota, quienes se descalzan a entrar a la iglesia, las mujeres se cubren el pelo y hay zonas diferenciadas para ambos sexos; más que cristianos ortodoxos, parecen musulmanes…
Durante este tiempo están festejando la cuaresma, algo muy sagrado y estricto; la mayoría de la gente lo respeta sin comer carne ni ningún producto que derive de los animales, es decir ni siquiera leche, o huevos…


El museo etnográfico es muy bueno, y al igual que en Sudán nos sirve de estimulante para preparar el viaje hacia las tribus del sur.

Etiopia es el único país de África que jamás fue colonizado, tan sólo fue ocupado por Italia durante 6 años (1935-1941), la herencia de dicha ocupación dio nombre al corazón de la ciudad, Piazza. También el mercado abierto más grande de África, lleva nombre italiano, Merkato; un lugar que la definición enorme, se queda muy corta; y un buen lugar para carteristas, muy abundantes en la ciudad. En general Addis Abeba es seguro, pero si te pueden echar mano…la echan y lo sabemos por experiencia propia.


La estancia en Sudán nos dejó los bolsillos temblando; al no existir conexión con bancos internacionales, tuvimos que tirar de nuestros euros y dólares en metálico, igualmente en todo el norte etíope. En la capital solo se puede sacar de cajero automático en grandes hoteles como Seraton o Hilton; pero el problema está en conseguir dólares o euros, pues solo cambian si se posee un billete de avión, y hasta un tope de 150 US$; así que usamos a Johann para conseguirnos unos dólares; pero para obtener más, tendremos que buscarnos la vida preguntando a algún turista por el sur u otras opciones no legales.